A lo largo de la historia, las sociedades siempre han tenido ciertos estándares para medir el comportamiento, los gustos y las actitudes de cada uno de sus integrantes, trazando una línea imaginaria que divide lo que “está bien” de lo que “está mal”, lo que es “normal” de lo que es “raro”. Aunque, en general, estos estándares son aceptados y respetados por la mayoría, siempre existen grupos de individuos que los trasgreden, y pasan a ser señalados como extraños ante los demás.